Sin pensarlo dos veces, crucé la avenida y tras atravesar el parque ya veía el escaparate. Cruce la carretera y me encontraba en la puerta de uno de mis lugares favoritos de cualquier ciudad.
Llevaba unos cuantos días en los que sentía la inmensa necesidad de hacerlo. Era una sensación de cosquilleo en el estomago. Una voz interior me decía: - ¡hazlo!. Y lo hice
Cruce el umbral de la puertas de cristal y allí estaban frente a mi las inmensas estanterías repletas de libros. En mi incursión, omití el mostrador que había a la izquierda y el saludo al vendedor. Necesitaba pasearme entre los expositores y rebuscar entre la inmensa cantidad de libros.
Aquella librería era uno de mis sitios favoritos. Quizás por el tamaño y la falta de personal que te obsequiaba con la intimidad necesaria para encontrar el título que te busca desde hace tiempo, o para rebuscar el autor del que había oído hablar en algún programa de radio.
Tenía un poco de prisa, pero antes tenía que satisfacer la necesidad de acariciar el papel tintado y el olor a libro, ver las ilustracciones de las portadas, las ediciones de bolsillo y las encuadernadas en tapa dura... Caminaba como sonámbula entre las diferentes zonas que albergaban los géneros literarios y dejándome llevar por ese extraño magnetismo que tienen los libros, me volví a parar delante de un expositor. Haruki Murakami atrapó mi atención. En casa tenía algún titulo que había adquirido influenciada por la publicidad del momento y qué quedó en algún rincón, no sé si del disco duro del ordenador o en la segunda fila de la librería del salón.
Mi mano cogió aleatoriamente el libro de portada blanda, negra y azul. El expositor giratorio guardaba varios títulos del mismo autor, pero fue precisamente aquel, el que me llamo la atención sin motivo aparente: "Sputnik, mi amor".
Algo me hizo recordar que se hacía tarde y que debía irme. Caminé hacia el mostrador de la entrada en dónde varios clientes hacían cola para pagar, mientras releía la contraportada del libro negro y azul, en donde el resumen del libro avivaba la curiosidad por el autor y la premura para comenzar su lectura.
Pagué y sin que el dependiente envolviera mi autoregalo, comencé a leer el libro camino de la estación de autobuses.
Del mismo modo en que, en el viaje del satélite ruso Sputnik, la perra Laika giraba alrededor de la Tierra y dirigía su atónita mirada hacia el espacio infinito, en Tokio tres personajes se buscan desesperadamente intentando romper el eterno viaje circular de la soledad. El narrador, un joven profesor de primaria, está enamorado de Sumire; pero ella, quien se considera la última rebelde, tiene una única obsesión: ser novelista. Sumire conocerá a Myû, una mujer casada de mediana edad tan hermosa como enigmática, y juntas emprenderán un viaje por Europa tras el que nada volverá a ser igual.Desde el principio me enganchó. Espero que a ti también te guste.
Parece que va a ser interesante, tiene potencia, me atrae todo lo japonés y no precisamente su capital Tokio.
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